Caía, caía y caía
en vórtice negro mortal
y en grito furioso animal
con rabia insistente moría.
¡Ahora! —terciaban las voces
—¡Has muerto y suplicas gritando,
mas nunca te oirán ese llanto!—
la aguja marcaba las doce.
Me esfuerzo estirando mis brazos
apenas rozar verdadero
e intento suplirle asidero
de inútiles vidas y ocasos.
Y logro voltear los veloces;
empujo al revés de ese giro
y en mágico empeño y suspiro
impido las almas destroces.
© Orlando F. Menéndez
21/09/2008 03:27 (GMT-03:00)