Caía, caía y caía
en vórtice negro mortal
y en grito furioso animal
con rabia insistente moría.
¡Ahora! —terciaban las voces
—¡Has muerto y suplicas gritando,
mas nunca te oirán ese llanto!—
la aguja marcaba las doce.
Me esfuerzo estirando mis brazos
apenas rozar verdadero
e intento suplirle asidero
de inútiles vidas y ocasos.
Y logro voltear los veloces;
empujo al revés de ese giro
y en mágico empeño y suspiro
impido las almas destroces.
© Orlando F. Menéndez
21/09/2008 03:27 (GMT-03:00)
Hermoso poema!!!!
ResponderEliminarEs maravilloso pasar por aqui y leerte!!!!
Te dejo aqui un premio que tienes en mi blog que espero pases a recogerlo http://abzurdahzenizientah.blogspot.com/2013/02/un-premio-para-mi-blog.html
Agradezco que pases por aquí, amiga María Zenizientah.
EliminarMi cariñoso saludo para ti.
Me ha encantado la fuerza de tu poema.
ResponderEliminarUn saludo.
Muy buen comentario, Mª Teresa.
EliminarHabía fuerza en mi estado de ánimo
Saludo cordial para ti.
Me encantó.
ResponderEliminarQué lindo que pasaras por aquí, Mary.
Eliminar¡Gracias!
Muy buena, Francky.
ResponderEliminarMuy amable.
EliminarCariños, Mary.
Fuertes emociones encierra tu magistral pluma en este poema, querido y estimado poeta. Créeme que me vi envuelta en su torbellino de vidas y ocasos.
ResponderEliminarTe abrazo con cariño.
Ah, Isabel, querida amiga.
EliminarMe gusta que te sumerjas en mi escrito.
También te abrazo con cariño.